Yo amaba aquel banco de madera
colgando de un fresno magullado
Tus dedos se anudaban a los míos,
inéditos en la noche temblorosa
del verano más eterno
Otros ya marchaban
venerando tu silencio
De los labios no brotaban manantiales
como ahora
Pero sí, fieramente, sin escudos,
enfrentamos la indulgencia de la vida
que recién nos empezaba
El tiempo ya moldeó en mis dedos
sus propios viejos nudos chirriantes
Y más que entonces a ti,
si eso es posible,
hoy amo este recuerdo
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