lunes, 14 de febrero de 2011

PELUQUERA

Apenas la conozco
¡Qué digo apenas!
No, no, no
No la conozco

Si es cuando mi pelo engulle
sus dedos de sarmiento
que apago yo los ojos
Y nada me distraiga

Es entonces cuando pienso de todo

Caricias dulces
mientras un amanecer endomingado nos reclama
Pieles enredadas y rastros eternos en la almohada
Y su olor a champú de camomila
calibrando sus labios con los míos

Un poco esmirriada sí es
Quizá por eso es que baila como un soplo
entre las butacas alineadas
Regateando mechones aburridos
al esquivar palabras tan ajenas a nuestro lance

Y me trata de usted, la condenada
¿Por qué?
Quizá nos separe el tiempo
pero no el espacio
Eso no

Porque una vez al mes
Ay, ese día del mes
es nuestra tarde

Huyendo atropellado de las ruinas
Me calzo mi disfraz de Epicuro
y enderezo la estela de mis rizos
Goteando sonrisas a quien ose cruzarse en mi carrera

Ungido
Preparado
Sansón corriendo a su Dalila
Recorto el trecho que me acerca
a esa burbuja colorida de humedades
donde la montaña rusa de mis noches
parpadea y se detiene,
acaso avisada de una probable maravilla

Y antes de regresarme a los habitados páramos
donde mi sudor se apila
me regala una metáfora de imposible sinrazón

La fábula arriesgada
de los sueños sin cabeza



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