Hoy no te miraré
Vendaré mis ojos con los lienzos pesados
que nos niegan trascender y así,
ciego como el sexo enardecido,
reconoceré tus veteados recovecos
con torpes caricias de patán miope
cuidando que las manos,
resecas de tal mundo,
no astillen lo que aún me está vedado
Por eso no te miraré
Venceré, cuan Lázaro en su túmulo,
las impostadas reglas de esta razón que tanto invocas
y hasta que no se encarnen los sueños
que se atrincheran al final de este prólogo
sin aparente fin
no aliviaré mis sombras
Pues no te miraré
Que tu olor será la guía en la confusa realidad
donde se baten los miedos en sonora retirada
Y no me rendiré
hasta que cada pliegue de tu cuerpo
reconozca el señorío de mis manos
y urdan nuestras esencias caminos sosegados
de límites difusos,
sin rastro de atropellos a la serenidad
Y así, cegados y videntes,
venerando cada espejo del camino,
comeremos los agraces y las moras
hasta el hondo final donde ya, al cabo,
con mis lienzos vendaremos las heridas
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