miércoles, 2 de enero de 2013

LA LIBERTAD EN LA CEGUERA


(Este poema nació en una ruta solitaria y lluviosa por la sierra de Guadarrama. Para mí es un poema importante para comenzar este año, con mi deseo de que la niebla de hoy nos traiga mañana el fin del diluvio)




Diluvia
Murmullo de claqué sobre las hojas macilentas
que ensordece el silencio del que la sierra se nutre
Quedos, agazapados,
en vano aguardan los pequeños habitantes de las laderas
un resquicio de sol en sus hocicos

Es escasa la tregua que da a la algarada la tormenta
Son furtivos los colores del otoño
Belleza monocolor de matices infinitos

La inocencia del verdor fue vigor para los sabios amarillos
pues bien saben que no hay muerte más honrosa
que perecer de hielo y ocre, inadvertidos

Mientras,
Yo y las gotas frías que,
como brasas de un fuego aventado por el soplo de los bosques
lloran sobre mi cuerpo,
escultura fugaz
desnuda ante el abismo

Las plantas de mis pies aplastan la pinada,
compactada bajo el peso de todo lo que porta mi mochila
y, helada, cruje en un quejido indescifrable

El gran dios alado del viento del Mediodía
grita nombres que apenas rememoro
buscando congelar mis pupilas nebulosas
en un tiempo que ya no ha de regresar

Se estremece la piel,
expuesta al juicio de las rocas,
tensándola como espigas de trigo oleando las cabezas
en un baile acompasado

Troncos encorvados de pinos inmortales
resoplan mis pisadas
borrando el rastro de mi historia,
relegada a la morada de los musgos
Susurrando un no mires atrás

Alborotados riachuelos laten al unísono la música del agua,
la banda sonora de la vida en movimiento:
Lo que ves, ya sucedió.
Lo por venir, aún no ha nacido

Abajo, en la llanura,
abandonados pueblos se distinguen como un baile de difuntos,
apenas recordados por quienes respiraron
el clarear de sus caminos
Son ciudades, países, enteras civilizaciones
que cayeron en las manos de ignotas epidemias
Un día fuertes,
al siguiente moribundos tras belicosas tragedias
El polvo que a lo lejos se distingue son ellos,
que un día fueron grandes

Entre tanto, silenciosa e imparable,
la montaña abraza mis torpes rebeldías

Se adueñan de mis oídos los ecos de Machado,
estos días azules y este sol de mi infancia,
lejano como el exilio,
pues es éste en verdad quien nos acaba

Al fin cierro los ojos a los aromas más lejanos
y a ciegas invoco una tormenta
En vano busco el norte entre vientos no propicios
Riscos atrás quedó mi brújula extraviada
en un desierto de quijadas y osamentas
¡Qué implacable es el destino!

Es así, desnudo y desnortado
donde atrapo mi pítica visión:
La mudada realidad.
La vida sin el frío.
Sin alivio ni dolor.
La vida en la quietud.
La que muere en las ciudades
y recomienza en la pureza del torrente

El rastro que tallaron otras aguas
no ha de servir de presagio,
pues la efímera certeza del horizonte
enmudece ante el bocado de la niebla,
señora de los días que vendrán,
con su don de libertad en la ceguera



1 comentario:

  1. Me ha encantado. Tus ojos creativos, ¿ pueden ya combinar sentimientos? Tienes una vida muy bonita que estoy segura te pide que no mires atrás.

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