En ojos y maneras
Me retas a que vuelva
Querida
¡Es tu mundo tan pequeño!
Mi montura apenas trota
Y ya se acab
Veo surcos movedizos en el suelo
Lanzas férreas que sostienen la ondulada
Corona mandarina de lamas y esperpentos
Techado de olas ocres que oculta
A las nubes y a las sombras
Un paisaje de esperanzas y de prisas
Anhelos y miserias
Se funden…
…huidas iniciadas, derrotados retornos
…los rostros infelices y los que aún no lo saben
…desapercibidos sabios con los que nunca erraron
…tus ojos sempiternos y mi último mensaje
Mi sombra no encuentra un acomodo
Ora se apila entre montañas de objetos olvidados
Ora espera en una puerta de embarque sin destino
Y Tú…
Tú…
Que llenabas los espacios enteros de mi historia
Apremiabas los días y estaciones
Con la urgencia del que sabe lo inútil de lo eterno
Tú…
Aguardando serena al otro lado
De este túnel del tiempo y del olvido
Eliminas de tu móvil todo el rastro
Las molestas migajas de mí mismo
Que allá
Al final de esta garganta rechinante
Te espera, lienzo en blanco, un amor nuevo
Desafina ya las cuerdas de lo nuestro
Y comienza esta huida desde cero
Tan azul
Honda simiente
Tu abril llegó despacio
Perezoso de otoño
Y esa risa…
Para este oido ciego
Mendigo peregrino
Atrapado en tu silencio
Modela la agonía
De un verano fugaz
Y vuelve a ser
Como antes
Un fuego aún no encendido
Rescoldo imaginado
De lo que nunca fuimos
De lo que aún no has sido
Apenas escribo
Notarás
Últimamente
Ya en el beso del mar
Ya en mordientes derrotas
Y aun así no sé por qué
le ando contando esto
a la estela en el colchón
Que dejó
la violencia salvaje de tu marcha
Esta oscura cicatriz
Fue del rayo calcinante
Que abrasó mi corteza
Su rastro inopinado
La tormenta se anunciaba
Y yo sin darme cuenta
Abiertas las ramas a las gotas
Cuán fértiles
Cayeron tus caricias
Y no lo vi llegar
Cruel ignorancia
Revoltijo de querencias exigentes
En cadena
Me llevaron al olvido
Del probable dolor
De tus abrazos
Amistad
pasión
amor
dolor
Rastrojos
Rescoldos apagados por el rocío inexorable del tiempo y las heridas
Tal como es la esperanza
del trigo de ser agua.
Moldeado por el viento
Surcado de delfines
Anémonas y peces que no dañan
Así es la vida del que espera un signo tuyo
Siquiera un reflejo de sol en el espejo lejano de tus lágrimas
En este árido valle
Poblado de flores inodoras
Desalentados amaneceres en que abrazo la almohada
Que ya ni siquiera conserva tu olor,
No digamos tu recuerdo
El susurro de una sombra en las cortinas
El olor pretérito de cenas compartidas
El sonido de una llave que girando
Abre de nuevo
La puerta vecina...
Las comidas desnatadas, deshidratadas, desengrasadas.
Destrozadas quedaron mis paredes
Sufrientes testigos de una entrega estéril y suicida
Tan solo queda el hambre de acostarse con alguien a quien quieres
De tantas sombras que, tras de ti, han poblado mis abrazos
Así me convierto
En el que muere dentro
Pero antes de partir
Aún reclamo el aullido postergado:
"Convierte el trigo en agua
Da olor a nuestro huerto
Profundidad desata
Sé sal en mi mar muerto
Escóltame al refugio.
Cobíjame en tus huecos
Y llévame en segundos
Más allá de los ciegos
Tiburones de este mundo"
Dos de abril
mi agenda grazna
turba el día
Triples décadas hallaron esta noche
Un final y dos principios de una vida
Ojos claros
pared gris
asincronía
Piel de talco
sana
bella
fiel
cansada
El café calienta el alma a quien te espía
Firmes notas
risa clara
la armonía
Relajada ambigüedad de tres sonrisas
Qué tan corta puede ser la fantasía
Dos de abril
mi agenda calla
profecía
No persigo a la locura
no se enoje
Apago el mundo y que en ti siempre sea día
¿No recuerdas?
La puesta de aquel sol
Y las olas salobres
Salpicando
Esta fugaz común unión
Procesión de hormigas blancas
Besan
muerden
arañan
Tu piel recién tostada
Mil estrellas
De arena
Contemplando nuestros besos
Y el reloj que no descansa
Atropellando el deseo
Recordando
Sabedor de su victoria
El pactado final
De este pecado
y sin embargo
Es ladrona y cruel
le pertenezco
Disimula mi miedo
desvanece
Los fútiles intentos
evasiones
Respirar los jazmines
de mi huerto
Y asomarme desnudo
a la hondonada
Esa nota certera
que te araña
O un olor de cuchillo
corte limpio
Horizonte hecho añicos
por el suelo
Y los ojos mirando
las pisadas
Daría con placer todas mis horas
Por vivir sólo un minuto entre tu magia
Tu sonrisa en la llegada es hoy mi patria
Todo tiempo antes de ti parece infancia
Pues ya todos mis perfumes son tu aroma
Tu trajiste la tormenta y la madeja
Olas locas de un ovillo desnortado
Si la vida me exiliara de tus rejas
Días vendrán de corazones desbocados
No hay nostalgia. Sabiduría del que espera
Vidas nuevas que traerán otros abrazos
(y cómo la soledad encuentra refugio en el ascenso a las últimas nieves del invierno)
Ya no temo declarar que amo tu ausencia
Aun en esta incipiente primavera
El viento helado
Y este móvil con sordina
Aburrido, burlón y despiadado
Cuando campos y arroyos me recuerdan
Aquel pródigo deshielo de tu huida
Mi corazón montañero entre las rocas
Brama fieramente, mas se mueve
Y aterido
Se vierte y desemboca
En desiertas veredas.
En fiestas y en amigos
Y cuando en soledades se derrite
Aun entonces yo declaro amar tu ausencia
La muerte auxiliadora acudió presta
A los hielos añorados de El Nevero
Mas no así a las tierras bajas donde habito
Lágrimas de duelo en torrentera
Rizos dulces que ya besan mis embalses
Y aun así debo admitir que amo tu ausencia
Quizá cuando el verano nos golpee
Con un julio abrasador y descarnado
Y aquellos verdes, amarillos y violetas
Mueran en la tierra yerma y ocre
Tal vez entonces tu ausencia ame a mi alma
La reclame y ya no quiera devolverla
Quede lejos una nueva primavera
Y ni todas las lágrimas
Imaginarse puedan
El colmado de las breñas y los prados
Densa sangre que da vida a mis arterias
Acerqué la piel suave del cuaderno a mi cara y sentí en mis labios el tacto amable del curtido, rojo guindilla.
Creo que me pedía a gritos que lo abriera, que rompiera la perfección impersonal de sus hojas blancas, o así lo sentí yo al menos. Y lo cierto es que jamás me ha abandonado esa sensación, esa urgencia, cada vez que lo he encontrado entre mis cosas, o cada vez que él me ha hallado a mí, por muchos años que hayan pasado.
Oliendo una vez más el amargo aroma de la piel, abrí el cerrojo dorado, levanté la tapa y descubrí, para mi asombro, que él ya había dejado dentro parte de lo que era nuestro, sólo nuestro:
“La palabra, mujer
no la digas aún
Aguarda
Que son bellos estos días
Valiosos por efímeros
No invada
el verbo
nuestra cerca
Deseémonos así
Sin futuro ni promesas
Sin las frases repetidas
Contente, corazón
No anheles la certeza
Renuncia a tu codicia
Y arriesga
De par en par las puertas
La huida ha de ser fácil
No te entregues todavía
No ganes la batalla
Sé duda
Sé capricho
Si hemos de morir,
Que hoy suceda
No han de ir nuestras pisadas
Por las huellas de los hombres
Conserva, amiga mía,
el barro del camino
Limpiémoslo despacio
Sin prisas ni palabras
Déjalo
Más bien que caiga solo
Tenemos unas horas:
La vida en tu suspiro
Respira
Calla
Observa
No cures mis heridas
Concentra en mí tus ojos
Condena las fronteras
No anuncie tu sonrojo
Amapola de esta noche
Que hará sangrar el alba
Que la vida nos concede
Una suerte insospechada
Tenerte entre mis brazos
Y siempre no llegar
Cada vez que en el silencio
Me acaricia tu perfume
Lo más tuyo
Que ya es nuestro
No hemos de soñar
Que aún hay un mañana
A este amor, mi buen amor
No arribe nunca el habla
La frágil tentación
De escaparnos del Ahora
Valdría nuestra muerte
Y si sólo fuera eso…”
¿Qué palabra era ésa? ¿Qué no debía mencionar aún, si mis labios apenas sabían pronunciar lo más sencillo? ¿Cómo explicar el torbellino de emociones que él había despertado en mí?
Si dijera que fue perfecto, los dos sabríamos que no fue así. Más bien podría decir que nuestro amor imperfecto, ése que pasó como un soplo, como un ladrón en la noche, habría de formar parte de mi vida y mi quehacer diario durante el resto de mis días, aun cuando de tiempo en tiempo lo olvidara. Y que su amor, su gran amor, ha movido los hilos de mis sentimientos, de forma que hay tanto de lo que soy ahora que le debo a la fortuna de encontrarme con él, que creo que al menos le debo lo único que de cierto me pidió: ¿qué fue aquello que aprendí? ¿de qué forma me cambió? ¿qué soy hoy, que no sería si él no hubiera aparecido en mi intensa y ordenada vida?
Hoy sé, pasado el tiempo, qué palabras eran ésas que no debía decir. Porque, de alguna manera, por medio de no sé qué extraño conocimiento, él sabía que, cuando yo fuera capaz de regalarle un “te quiero”, todo habría terminado.
A él, a quien tanto he querido, y a mí misma, por tantos motivos, nos dedico, desde hoy y hasta que la inquietud de registrar lo vivido me lo permita, este
LIBRO DE LAS COSAS APRENDIDAS